El otro día escribí una reseña de cómo había evolucionado la música en internet y mientras la investigaba sobre este tema, me pareció que otra opción para una reseña era escribir sobre la evolución de los discos, sobre todo a nivel de diseño.

Y es que hace años veíamos unos acetatos que mezclaban el arte de los discos con las carátulas, algo que era increíble. Pero al inicio esto no era así, porque antes los discos tenían un cartón que simplemente indicaba cuál era el artistas y cuáles eran los temas. Hasta que apareció en escena Alex Steinweiss, un director de arte y diseñador en Columbia Records quien pensó, en 1939, que podía hacer las cosas de manera distinta y se le ocurrió agregarle colores y arte a los envoltorios en donde venía la música de los artistas.

Este cambio generó un aumento de un 800 por ciento en las ventas del primer disco que tuvo esa pequeña modificación: diseño. Esto impulsó a crear nuevos estilos de presentación para los discos, lo que hizo que todas las producciones que salieran a futuro tuvieran estándares de diseño, dándole mayor cabida al trabajo de los nuevos directores de arte de discos.

Luego vino el LP, un formato con el que se creó un canvas mucho más amplio que permitía jugar mucho más con el diseño y no solo con la portada, si no que se le metieron elementos de diseño en el disco como tal y en el material que traía internamente. Así es como fueron creadas pequeñas reliquias de arte que inclusive ha intentado ser imitada de manera digital con iniciativas como Itunes LP, un intento de Apple para reproducir la experiencia que generaban estos discos.

Realmente, creo que esa pudo ser la época más interesante del diseño en los discos, sobre todo por la cantidad de piezas que podían diseñar: portada, contraportada, disco, libro interno y cualquier cosa que pudieran imaginar como valor agregado al producto final, y a la experiencia del usuario, que ahora iba más allá de escuchar la música. Detrás de los LP se unieron artistas absurdamente increíbles como Andy Warhol o Dalí, quienes al meterse en este mundo le añadían muchísimo dinamismo a lo que se estaba viendo hasta el momento, además de competencia para ver quién generaba la mejor portada de un disco.

Cuando llegó el CD, ya se tenía un camino avanzado basado en la experiencia que dejó el Long Play. Veíamos discos impresos de maneras originales, pequeños libros en donde se apreciaban las letras de las canciones, y una contraportada que nos ayudaba a armar la historia detrás de las piezas del álbum. De esta época surgieron portadas emblemáticas, que seguro todos recordamos como aquella foto clásica del niño de Nirvana. Igualmente distintos artistas modernos se unieron a esta movida, tal como lo hizo Banksy al diseñar la carátula de Think Tank, el séptimo disco de la banda inglesa Blur.

Pero luego llegó un formato que cambió todo el concepto del arte detrás de los álbumes como se venía percibiendo, y es este maravilloso medio que les permite leer esto, internet. Con su llegada tuvimos acceso a la descarga de canciones, haciendo que la portada de un disco la viéramos en el reproductor de nuestro computador y ya, razón por la que la industria tuvo que volver a ingeniarse una forma de mantener cercana la portada de un mp3, esto ha funcionado creando piezas sumamente llamativas, que llamen la atención visual del espectador.

Un ejemplo claro es la participación del famoso artista Jeff Koons, creador de obras súper pop, en el último disco de Lady Gaga. Pero cómo evolucionará el diseño de las carátulas no se puede saber, capaz evolucionará más allá del diseño y pasarán a colocarle todo ese arte a los conciertos, como podemos ver en festivales de música, específicamente en Tomorrowland que generan escenarios increíbles en donde un DJ puede sentir que está en un cuento de hadas. Tengo un amigo que estudió en SoundHaus.com.mx y me debatía el tema del diseño, ya que al final puedes hacer la mejor portada del mundo, pero si tu música es una porquería no vale la pena tanto esfuerzo en lo que se ve.