Los cassettes (cintas de audio o simplemente casetes) tienen una magia particular. No en vano, creo que se han convertido en el estandarte de toda una generación de audiófilos y melómanos, figurando como el principal medio de distribución masivo de música en un formato enteramente portátil, inmediato y regrabable, y en este sentido, se han ganado uno de los puestos principales en la historia de la cultura de la remezcla.
Hoy en día conservo aún mis cajas llenas de cintas originales compradas con ahorros infantiles en pequeñas tiendas de música y también una infinidad de cintas genéricas con copias de discos, selecciones personales, clases de la universidad y programas de radio… Me es imposible contar la inmensa cantidad de recuerdos que tengo asociados a estas pequeñas cajas de cinta magnética. De vez en cuando, algún amigo me regala una bolsa llena de cintas y entonces puedo dedicarme a darles una segunda vida.
Dado el amplísimo mercado de fabricación de cassettes que tuvo su mayor auge desde mediados de los años 60 y hasta bien entrados los 90, una de sus características principales era la innovación no solo tecnológica para lograr una mayor fidelidad del sonido y duración de la cinta, sino los hermosos diseños que acompañaban las carátulas de las cintas vírgenes que se utilizaban para realizar copias o grabaciones caseras.
Tomando esto como referencia, el diseñador e ilustrador Neil Stevens creó esta oda al diseño de los clásicos C60 y C90, basándose en los colores originales, tipografías y formas de algunas de las principales marcas, adaptadas en este caso como afiches.
¡Deja un comentario!